Abraham Lacalle. Incendios

Que no se estrañe quien asista a la última exposición de Abraham Lacalle (Almería, 1962) en la galería Marlborough. Se titula 'Incendios' y la mayoría de los aceites y acuarelas muestran bosques devastados, paisajes inundados, baldíos, detonados... ¿Un alegato ecologista? ¿Un clamor pacifista? No. Pintura romántica, diría yo. Puro 'Sturm und Drang' castizo y posmoderno. Según el artista, la situación actual "no es un campo de batalla, es una guerra, el campo de batalla es la huella de esta guerra".
Este acopio de dioramas rotos me recuerda el último acto de 'Götterdämmerung', una de las mejores óperas de Richard Wagner: muerte Sigfrido , la Valquiria proclama el fin del mundo mientras el Walhalla inmola prendiéndose fuego y el Rin se desborda. No queda ni el apuntador, pero es hermosísimo.
Lacalle hace de Valquiria, y enumera pinceladas con aroma de Philip Guston, Manolo Quejido, Gordillo... ¡oh, eternos valores de la pintura! Después de la Primera Guerra Mundial, después de la Segunda Guerra Mundial, el arte se proclamaba incapaz de representar la figura humana. Después de cada incendio, un purificador baño de mar. Tras el hidroavión, el bosque chamuscado, empapado, nos ofrece naturalezas muertas mar de saladas, con erizos y pop bien ablandado.
El bosque -'silva 'contra' polis'- crepitante vertedero de uralitas y renaults Gordini en desigual combate, lamido de llamas vangoghianes, cruzado de sombras matissianes. Sabremos del hombre por su huella, aunque la figura humana sea ausente. La dimensión de la tragedia es tan sólo proporcional al tamaño de las telas. Lacalle alude a la crisis económica y social, la degradación del medio ambiente, a la destrucción causada por el hombre. Pero, más allá de la reivindicación, relata un 'pathos'.