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Catalunya a Venècia. SINGULARITAT

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  • Crítica de Time Out
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

En el mundo de la inteligencia artificial existe un cierto consenso a pensar que, más pronto que tarde, las máquinas superarán los humanos. De hecho, el término 'singularidad' se utiliza para definir el momento en que el progreso tecnológico se acelerará produciendo aparatos capaces de mejorarse exponencialmente, sobrepasando el control y la capacidad intelectual humana. Los especialistas no se ponen de acuerdo en fijar una fecha, pero muchos dicen que ya lo tenemos a tocar y que es cuestión de una veintena de años... Ante este panorama distópico que puede sonar más a ciencia ficción que a otra cosa, Albert Serra despliega en su instalación audiovisual 'La Singularidad', un catálogo de las miserias humanas.
Nada que ver con la propuesta de la serie 'Black mirror', aquí no hay casi rastro tecnológico, a excepción de unos drones que planean en algunas escenas. El relato se disemina y se expande sin orden narrativo por las ocho pantallas de las salas del Palau de la Virreina. Es la historia de un grupo de personas que viven en torno a una mina y de un rico empresario. Hay promesas, deseos, sueños y explotación sexual y laboral. El 'enfant terrible' del cine catalán crea un ambiente angustioso, tenso, de decadencia y desasosiego, con diálogos, personajes y escenas desconcertantes. Algunas resultan profundamente tediosas y otros, por el contrario, extrañamente hipnotizantes.
En este juego de perspectivas, que trasladan al espectador la responsabilidad de construir la narración al más puro estilo 'Elige tu propia aventura', existe el peligro de perderse, acabó extenuado entre las horas -¡más de ocho!– de metraje y ser superado por la máquina del cine, incluso antes de que llegue la temida singularidad.

Escrito por
Aina Mercader

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