En 1894, hace 120 años, Sorolla pintaba su célebre cuadro 'I encara diuen que el peix és car'. Se trataba de una crítica social y laboral sobre los riesgos de marineros y pescadores, basada en un texto de Blasco Ibáñez. Lo presentó en la Exposición Nacional de 1895 y el Estado lo premió y compró. Hoy en día podemos contemplar en el Museo del Prado este primer ensayo hispánico de crítica social... y su asimilación por parte de las instituciones.
Cómplices y testigos es una muestra colectiva que tiene lugar en la galería ADN. Según el folleto de presentación, está compuesta por "artistas que intervienen en esferas 'no autorizadas' que promueven otras formas de participación y transformación social y crean nuevas vías de relación entre arte, sociedad y vida, en definitiva, que cabalgan entre la colaboración, la interacción y la actuación colectiva. ¿Y cuáles son estas esferas no autorizadas? En este orden, la inmigración, los recortes y el problema de la vivienda. En tiempos de Ramon Casas, y su célebre 'La càrrega' (1902), el problema era la justicia social, y la respuesta, socialismo y anarquismo. Lo que ha cambiado ahora es que no hay grandes respuestas, sólo acciones 'robinhoodescas', ficcionalitzaciones dramáticas y postsituacionismo. La utopía se ha quedado sin techo.
Núria Güell muestra 'Too much melanine' (2013), una pieza llevada a cabo durante la Bienal de Göteborg (Suecia): contrató una inmigrante ilegal de origen kosovar, que había sido, en su tierra, policía. Su trabajo, jugar al escondite con los espectadores como había hecho ella durante años con las fuerzas del orden. De esta manera, escenificando su drama, conseguía un contrato de trabajo.
Cómplices y testigos
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