Joan Fontcuberta. Trauma

La galería Àngels Barcelona luce desde hace unos días como una especie de cementerio de fotografías donde se exhiben una quincena de instantáneas moribundas, agónicas, a un paso de perder la imagen. Las fotografías, dice Joan Fontcuberta, nacen, crecen, se reproducen y mueren. El padre del manifiesto sobre la post fotografía se plantea ahora "qué resto de la foto cuando sólo permanecen los residuos, unas manchas químicas sensibles a la luz?". De la saturación de píxeles en busca de la materialidad, oda al gramaje.
El resultado es una pequeña selección de piezas en "estado de trauma", extraídas del Archivo Fotográfico de Barcelona. Algunas ampliadas y positivadas sobre papel, como la niña de primera comunión con el rostro desfigurado por una hipotética humedad que le otorga un aire fantasmagórico, o la pareja satisfecha que resiste a una mancha que amenaza parte de la escena. También hay placas originales dañadas y algunas transformadas en cajas de luz, donde las heridas son sinuosas líneas de una nueva composición. Todas las obras son anónimas y están sin fechar, excepto una de prácticamente negra, firmada por el artista en los setenta. Prueba de que nada se escapa del tiempo y los efectos de la química.
Sólo un "pero", Trauma es como un plato de 'nouvelle cuisine': buenísimo pero de un bocado se acaba. La tesis de la exposición es muy sugerente y justamente por ello una esperaría un recorrido más extenso para esta propuesta de arqueología visual, con múltiples obras que ejemplifican los diferentes estadios de una foto enferma. A pesar de todo, ¿quién puede resistirse a una exquisitez, por pequeña que sea?