Dicen que antes en esa esquina de la plaza había un herbolario. ¿Antes? Sí. Antes de 1994. A pesar de que el Sol Soler parezca de toda la vida, “solo” está abierto desde 1994. Los Dalmau, familia de artistas, quiso abrir un bar como los de siempre, por eso rescataron el suelo hidráulico y las bigas del techo que el herbolario había tapado por esas modas de los 60 y 70 de esconder todo lo que era antiguo: ¡ay, la dictadura de la modernidad! Recuperada la calidez, solo les hacía falta una propuesta culinaria que les distinguiera de la plétora de locales de Gràcia.
Asesorados por Fermí Puig, hicieron una carta de tapas buenas y baratas con un toque francés y vegetariano muy conseguido. Ahora nada de lo que nos proponían nos parece novedoso –¡Barcelona ha cambiado mucho!–, pero entonces un tabulé, el milhojas de patata, la Tatin o las quiche no se encontraban en todas partes, con unos precios asequibles y calidad contrastada. En el Sol Soler todo lo hacen con productos frescos y de proximidad, y los resultados son excelentes: uno de los platos estrella de la casa son las alitas de pollo caramelizadas con salsa de soja y pimienta. ¡La combinación de dulce y picante, con la ternura de la carne del pollo, es un gozo para el paladar! A parte de las tapas que tienen siempre, añaden platos de temporada como el trinxat, las alcachofas o el gazpacho. Volved al Sol Soler: ellos ya estaban antes que llegaran el mezcal, el ramen y el 'pho'.