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Sangre y tripas matutinas

Escrito por
Begoña García Carteron
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Ojo con las gaviotas de todos los colores, ¡muchas son ladronas y las hay incluso asesinas! No tienen problemas para robar con intimidación el bocata de las manos de un paseante despistado, especialmente si es un niño, en degustar por imposición tu pescadito frito si estás en una mesa de una terraza junto al mar o en exigir una comisión desmesurada si haces un picnic en algún parque en que ella tome el sol habitualmente. Además, son carnívoras cazadoras y no tienen ningún pudor en compartir con la ciudadanía su voracidad sanguínea desde buena mañana.

Es una imagen buscada por los objetivos de muchos móviles y cámaras fotográficas, que a menudo llegan tarde, sin conseguir captar el momento, y convirtiendo la realidad en leyenda, por falta de pruebas. Pero es cierto: las gaviotas comen palomas. La escena que retraté en la plaza Reial se repite a diario en muchos otros puntos de la ciudad, desde el puerto hasta Collserola. La víctima revolotea tranquilamente picoteando aquí y allí. Sabe que hay gaviotas alrededor, las ve por todas partes y a diario, y no se acaba de creer que sean tan malas como las pintan. Y esta incredulidad es la que sabe aprovechar tan bien el buen depredador. La gaviota ataca a la paloma, la hiere y, antes de que muera, comienza a picotearle la carne y se la zampa viva y coleando. Muerte lenta y cruel. Si Hitchcock levantase la cabeza diría que ya nos lo había avisado.

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