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Después del éxito obtenido en el verano de 2012, nuestro hotel favorito abre de nuevo sus puertas con todo y la banda de amigables monstruos: Drácula, Frankie, Wayne, Griffin y Murray, sólo que esta reapertura está llena de cambios. De entrada, Mavis, la hija del conde, se casó con Johnny –el adolescente humano que se coló a la residencia de Drácula en la primera cinta– y juntos tuvieron al pequeño Dennis.
El niño no es como cualquiera, es mitad humano y mitad vampiro, razón por la cual se rompió la principal regla del hotel, la de “no humanos”. Todo es caos para los monstruos y las cosas empeoran cuando Mavis y Johnny quieren vacacionar en California, por lo que dejan a Dennis al cuidado de su abuelo.
Como todo un orgulloso vampiro, Drácula se propone exaltar –a como dé lugar– los dotes monstruosos de su nieto. Ante el fracaso, el conde recurre a la artillería pesada; su padre Vlad, un vampiro chapado a la antigua que hace temblar sólo con su presencia.
La película, dirigida por el cineasta Genny Tartakovsky –creador de la serie El laboratorio de Dexter–, tiene un gran mensaje sobre la tolerancia y la aceptación de lo diferente.