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Coged 'Uno de los nuestros' de Scorsese, quitadle el dinero repartido encima de la mesa de juego y obtendréis los 'Jersey boys' de Clint Eastwood, una película tan complaciente como olvidable, adaptación de un musical multipremiado y taquillero sobre el ascenso a la fama de Frankie Valli y los Four Seasons. Igual que el show de Broadway, la historia está explicada a través de los ojos de cada uno de los miembros de la banda –es decir, Frankie Valli (John Lloyd Young), Tommy De Vito (Vincent Piazza), Nick Massi (Michael Lomenda) y Bob Gaudio (Erich Bergen)–, todos ellos hablando a cámara.
El problema principal es que el artefacto se desarrolla con pereza, sin premeditación. Todo se debe a los caprichos narrativos de Eastwood y su equipo de guionistas. De hecho, la figura del desafortunado Valli no luce nada hasta la escena final. Pero por alguna razón no hay deficiencia que no te tome con indulgencia.
Hay material de primera: malversación de fondos, Gyp DeCarlo y la mafia genovesa en Nueva York y las historias inmortales que nacen entre las callejuela de una barriada. Pero Eastwood lo desaprovecha. Dirige cada escena con una monotonía lastimosa que anula todo pico dramático posible. Incluso cuando los personajes empiezan a pelearse, entre insultos y reproches. La trama pretende crecer con un ritmo trepidante de altos y bajos, pero el resultado provoca somnolencia.
Entonces, ¿qué salva la película? La respuesta es obvia: la música, los hits de los Four Seasons, las sintonías pop de siempre, como 'Walk like a man' y 'Big girls don’t cry'. John Lloyd Young clava la voz angelical de Valli, que es un prodigio, falsete incluido. Ni la estética decrépita ni el maquillaje de los actores, tan pasado de moda, consiguen quitarle encanto. Lloyd hace que la música parezca viva, y esquiva con mucha clase la falta de ímpetu de la película.