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Cronenberg, cineasta de culto, alfil de la nueva carne, director de obras maestras de los 80 y 90 como 'Crash' o 'Videodrome', ha rodado una telenovela venezolana ambientada en el Hollywood de segunda línea, un mundo repulsivo como un ataque de diarrea en la casa de 'Ubu roi'. Hay actores adolescentes que son estrellas catódicas de una sola temporada y se meten hasta el culo de pastillas, siguiendo el ejemplo de nuestro querido Joselito. Hay actores viejos que intentan despertar sus carnes rancias del letargo, tomando parte en orgías asquerosas. 'Vanitas, vanitatum'. Espejo, espejito.
Esta es una historia de 'celebrities' contra las cuerdas, la cara B de 'Mulholland drive', un descenso a la fosa común para todos los cadáveres que Beverly Hills esconde bajo la alfombra. Julianne Moore tiene fantasías sexuales con el fantasma de su madre y caga con la puerta abierta. Mia Wasikowska lleva guantes para ocultar las quemaduras de un fuego que ella misma provocó. Y John Cusack es una especie de Jiménez del Oso que sale en la tele explicando imbecilidades parapsicológicas de bola de cristal.
La ambición consume a los personajes al igual que una plaga de escorbuto. Aunque en el fondo 'Maps to the stars' tiene la estructura de un melodrama familiar, inverosímil y poderoso. Hay tramas de incesto, múltiple, en todas las direcciones. Hay fratricidio, un niño ahogado en una piscina e incendios, muchos incendios, donde el grupo de podridos que protagonizan esta película se desfigurando, uno tras otro, como si estuvieran hirviendo a las llamas del infierno.
Alfred Hitchcock dijo que los actores son como ganado. Para Cronenberg, el disparo no debe quedar demasiado lejos. Tal y como lo pinta, este Hollywood aquejado de flatulencias parece el único lugar del planeta donde la tragedia griega aún se mantiene viva. Atención especial merece Robert Pattinson. No deja de ser curioso, que después de su papel de millonario en 'Cosmópolis', ahora Cronenberg lo haya puesto a hacer de conductor de limusinas, chofer de las 'starlets' más execrables, al que ofrece servicio por horas con final feliz. En estas latitudes, así es cómo respiran las relaciones humanas.