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Bill Murray es un santo. Claro que esto quizás ya lo sabíais. Bill Murray es una figura benigna que ilumina la pantalla con su presencia, con un mínimo gesto de un rostro esculpido a base de ironía y resignación. De esto va 'St. Vincent '. Esta película, dirigida por Theodore Melfi, no es otra cosa que un monumento dedicado, un relato hecho a medida y que le permite lucir todas las modulaciones de una resaca hierática: desde la réplica arisca hasta la caricia tierna. A su alrededor, un puñado de personajes secundarios que, sabiéndose totalmente a su sombra (en particular, una muy poco adecuada Naomi Watts en la piel de una bailarina de striptease rusa), se limitan a celebrar la gloria de Vincent-Murray, perdonándole los pequeños pecados que acaban de definir su aura.