Diario de un cuarentón

Quienes vivieron su infancia entre los años 70 y los 80 encontrarán en 'Diario de un cuarentón' un baúl de hora y media de recuerdos entrañables. Este espectáculo no es ni más ni menos que lo que vende: si el grito de "Chanquete ha muerto" todavía hoy os hace derramar lágrimas, si de pequeños os hicieron ingerir litros de Tang de naranja con el convencimiento de que esa droga era tanto o más nutritiva que el zumo de naranja natural o si armaros con un Drácula os hacía sentir los Mitch Buchannan de la playa, aquí encontraréis una mina de oro.

Pero un montón de recuerdos bien buscados no pasarían de ser una ingeniosa lista de la compra si alguien no los hiciera llegar al público con gracia y ritmo, dos de las cualidades que hacen de 'Diario de un cuarentón' un espectáculo de humor en mayúsculas, sencillo y efectivo. Andrés Torres, colaborador del programa Aruscity y responsable de este viaje en el tiempo, domina las claves de la comedia con nota. Sabe que para meterse en el bolsillo a un público sediento de recuerdos tiene que darles Tang hasta la saciedad, Nocilla de dos colores en la que siempre sobra el blanco, que nadie quiere, y los Chunguitos yendo hacia la playa, cuando en los coches no había límite de pasajeros. Y hablar de aquel momento en que por fin sonaba la lenta en la discoteca y se abría la posibilidad de palpar carne y en el peor de los casos, de quedarse solo en la barra y pedir un gin tonic de aquellos que sólo llevaban ginebra y tónica.

Todo es sencillo como un bocadillo triangular de paté La Piara o una tele con dos canales. Del público se ríe a carcajada limpia y ve en el escenario aquella espera de interminables horas de digestión bajo la sombrilla antes de poder volver al agua. Por encima de la capacidad de hacer reír, quien emociona tiene el trabajo hecho. Es lo mismo que hicieron los creadores de 'Aquellos maravillosos años' o de 'Cuéntame cómo pasó'. -María Junyent