Luz de agosto
No es el libro que leeríamos comiendo higos mientras los segadores van atando las gavillas de trigo y el río baja con agua fresca. Faulkner es material duro. Siempre. Se suele decir que tenía dos grandes pasiones, el whisky y la Biblia, y que las combinaba con una profunda nostalgia de la América de ranchos y campos de algodón. En 'Luz de agosto' notaréis su llanto de predicador alcoholizado. Dos historias, a cual más truculenta, se entrelazan a lo largo del relato, al igual que en 'Palmeras salvajes'. La primera es la de Lena Grove, una chica deshonrada que acaba de parir a su hijo ilegítimo y busca con desesperación el hombre que la preñó. La otra, la de Joe Christmas, un negro que es ajusticiado por haber asesinado a una niña blanca. Ambas brutales, eso es indiscutible.