Chapeau

Chapeau, es decir, sombrero en francés. Aunque los franceses utilizan el término como felicitación, para hacer referencia a algo hecho a la perfección, sorprendentemente bueno. La adaptación se debe a la reverencia que los antiguos caballeros hacían para honrar a una dama cuando salía a su paso. Chapeau es el nombre del restaurante donde antes estaba la elegante La Vaqueria, que durante años Ignacio Ribó animó como piano-bar, y que también fue el primero en habilitar un espacio para fumadores aislado de la sala.

Este espacio sigue vigente como club de fumadores y es uno de los valores destacados del nuevo establecimiento. Chapeau! a la francesa es lo que deberíamos decir a los nuevos propietarios del restaurante: por la nueva decoración, por el uso inteligente de los espacios magníficos del local, por el servicio cuidadoso y nada pegajoso, y por una dirección de la sala que lleva con exquisitez parisina Alexandre Morais, que también se ocupa de la extensa bodega, con más de 70 referencias, aunque con alguna laguna como la poca presencia de vinos de la tierra.

La cocina es tradicional, con toques modernos y algún guiño bien conseguido a la cocina francesa, como la bullabesa marsellesa o los tártaros de filete o de atún rojo de la Almadraba preparados ante el cliente a su gusto. Comenzamos con una ensalada rusa y jamón ibérico de bellota, y no pudimos dejar de probar y aprobar la sopa marsellesa y los huevos de siempre de La Vaquería, hoy llamados, obviamente, Chapeau. Buenos pescados frescos y salvajes, y excelentes entrecots, que en esta ocasión estaban en el menú diario.

El entrecot de la carta se puede solicitar con salsa borgoñona o Café de Paris y también está muy bien conseguido. De la cocina sale también una repostería casera de calidad (¡finalmente alguien se anima con el lemon pie en esta ciudad!) y una tabla de quesos bien seleccionados y aún mejor afinados. Cuando acaben la comida, los fumadores pueden tomar el café, copa y puro en el apartado, muy cómodo y elegante, del Club Epicur.