La Gaviota

Hay bares que lo tienen todo y no tienen nada y bares que no tienen nada y lo tienen todo. En la calle del Diluvio -gran nombre, junto a la plaza de la Vila de Gracia y junto a la tienda de libros de segunda mano Consumició Obligatoria, está el bar La Gaviota. Los antiguos propietarios le pusieron ese nombre en honor a uno de los chiringuitos de la Barceloneta que desapareció con las Olimpiadas. Querían que el espíritu permaneciera, que algo de aquella Barcelona sobreviviera. Hace catorce años, Alberto, hombretón de 50 años que iba allí jugar a las cartas, se quedó sin trabajo cuando se lo traspasaban y decidió cogerlo con su mujer, Victoria. La Gaviota tiene techos bajos y luces fluorescentes, una buena barra larga, tragaperras, neveras a la vista y mesitas de cuatro. Suena radiofórmula. También hay una gran televisión donde pasan el fútbol.

¿Qué tiene, La Gaviota? Las cañas són baratas y estan bien nutridos de botellas –nada sofisticado, priva popular. Entre la clientela, muchachada del barrio, artistas y músicos: hay buen ambiente. Los fines de semana el interior de paredes rojas se llena hasta la bandera y en la calle también se congregan grupos de chavales de fiesta.

¿Qué tiene, La Gaviota? Un muñeco de Jamiroquai sobre un cartel que dice "Evite la resaca, manténgase borracho" junto a un vaso lleno de plumas de pavo real; más allá, la caja de CD The heavyweight champion de John Coltrane. Casi una docena de copas del equipo de fútbol de los parroquianos. De picar, casi nada: patatas fritas y aceitunas rellenas. ¿Qué tiene, La Gaviota? Falta de pretensiones y de diseñador. Bonhomía. Juegos de cartas. Todo y nada, y que dure.