Somodó: La codorniz vuela alto En Somodó proponen alta cocina precios bajos y no tienen competidor en la preparación de aves pequeñas Carlota: guerrilleras Carlota, tercera generación de un linaje de cocineras, manda en el restaurante homónimo, antes Alba París Carlota Claver, de 33 años y con dos hijas, es la heredera de dos mujeres. La madre, Aurora. La abuela, Victòria. No solo recae en sus manos el patrimonio físico con dos restaurantes, Alba Granados y Alba París, con nueva orientación y nombre, Carlota, sino también el de la memoria. Carlota dedica las croquetas a la abuela y fundadora del negocio y aunque tengo ganas de morder ese recuerdo, me contengo porque estoy desenganchándome de obuses y bravas a la espera de que el bombardeo remita. Después de 20 años de servicio, el restaurante Carlota sustituye a Alba París. "Lo hemos arreglado nosotros", cuenta ufana la chef. Les ha quedado bien, coqueto, acogedor, donde no desentonaría ver a alguien haciendo ganchillo, a poder ser 'ganchillo de guerrilla' en esa modalidad de las manualidades entre la habilidad y el activismo que abraza y da calor a las farolas de las ciudades. La cocina de Carlota es también urbana, #kocinaurbana, entre la inocencia y la acción. "Pienso: 'Esto puede quedar bien'. No me importa el origen, si es cocina local o de fuera". El canelón de pasta wonton con pollo Pota Blava del Prat es de aquí y de allí. El envoltorio, extranjero. El concepto y el relleno, local. Me gusta, rico, sedoso, aunque mejor
¿Dónde están los arqueólogos del paladar, los paleogastrónomos, para diferenciar qué se come en una bodega, en una fonda y en una taberna? Pero no en el siglo XX, sino en el XXI cuando en las fondas ya no hay hospedaje y solo queda el señuelo del cartel. Las palabras han dejado de tener sentido en favor de los sentimientos. Los tres términos quieren dibujar en la mente del comensal la misma idea, en la que se mezcla la cazuela, la abuela, el pasado y ese tapeo sin tiempo acabado de urdir pero que parece que siempre nos haya acompañado.
Cuando la maestra Mey Hofmann puso el sustantivo 'taberna' ante su apellido hubiera podido escribir 'fonda' porque el objetivo era el mismo: "Es comida que gusta a todos, un registro de cocina que se fue perdiendo". Casera: no lo es del todo. La propuesta es que traslade los platos con los que engatusa a sus nietos cuando la visitan desde Milán. Habla ella de unas lentejas que no se atreve a servir por esos calores que hierven Barcelona. La cocina de la abuela, pero qué abuela.
La TH ocupa un espacio que hasta ahora ha tenido poca suerte: fue Cal Xim en su versión barcelonesa y Foc Ca La Nuri. Comí en ambos, y bien, escribí sobre los dos. Me temo que en sus cierres tuvieron que ver los precios. Mey lo sabe y busca esa contención en torno a los 30 euros. Deseo que se quede mucho tiempo para que esto no se convierta en una gacetilla inmobiliaria.
"Equipo joven y nuestro". Gente formada en el restaurante 'grande' y en la escuela. El resultado es magnífico. Un solo 'pero': demasiada sal en el bacalao cubierto con allioli, de delicada textura. Unas copichuelas de Furvus 2010 para muscular la boca. Un pan rústico de come-y-come-y-come. ¿Para cuándo una panadería?
Entro con el 'cromesqui' de peu de porc, ah, pegamento; el buñuelo de bacalao y la croqueta de rustido. Alcachofas en dos cocciones con jamón entibiado. Me relamo con el 'cap i pota' con garbanzos y aunque me sella los labios tengo que decir: ¡bueno! "También me interesa hacer platos que no puedo servir en el gastronómico, como esos garbanzos".
Qué grande el arroz, en cazuela de hierro, con salchichas y 'sepietas', ya en el ranking de los mejores de la ciudad. Fuera ese 'min 2 pax'. A favor del #arrozparauno. Postres llegados de la Pastisseria Hofmann, en el Born: Mey es una gran repostera y mima los vasitos, virguerías que caben en una mano. De yuzu (cítrico japonés), de chocolate blanco y aquel 'cheese cake' que la enloquecía de niña pero aligerado según la demanda de estos tiempos.
Taberna, bodega o fonda, qué más da, lo único importante, Mey, es que sirvas la tarta de sardinas con tomate, plato que te acompaña desde siempre, puente hacia tu otro restaurante y tu biografía.