De: Rodolf Sirera (versión y adaptación de José María Rodríguez Méndez). Dir: Mario Gas. Con: Miguel Ángel Solá, Daniel Freire.
Textos como El veneno del teatro de Rodolf Sirera merecen ser visitados una y otra vez. Sólida como una roca se muestra 25 años después como una obra de repertorio. El título que cualquier promotor con dos grandes actores y un director de prestigio a su alcance haría sin dudarlo un segundo. El montaje perfecto para la crisis. Ajustadas necesidades de producción y un drama asequible que mantiene una extraordinaria tensión entre el texto filosófico y el suspense del thriller. La fusión de Camus y Hitchcock. Lo tiene todo para persistir en el éxito, y lo tiene, a priori, este montaje que dirige Mario Gas con dos reconocidos actores argentinos, Miguel Ángel Solá (el marqués) y Daniel Freire (el cómico). Y con todo a favor, la función no acaba de cuajar.
Gas traslada la acción del Siglo de las Luces francés a un impreciso momento antes de la II Guerra Mundial, buscando quizá cierta elegancia británica. Por planta Freire podría evocar a Laurence Olivier. Terminan aquí las comparaciones con los mitos. No se puede ir más allá porque esta representación falla en lo esencial: una actuación que cumpla con la tesis que defiende el autor, que plantee ante el público la posibilidad que la ficción puede generar emociones que pueden confundirse con los reales. Al contrario, se entestan en “hacer teatro”, en subrayar los vicios que denuncia, entregados a un histrionismo que perjudica al misterio de sus personajes, y rompe la partida de Cluedo a la que está invitado el espectador.