A patir de textos de Txèkhov. Dirección: Pep Tosar. Con: Evelyn Arévalo, Imma Colomer, Tilda Espluga, Pere, Eugeni Font, Miquel Gelabert, Andrés Herrera, Jaume Mallofré, Xavier Ripoll, Mireia Ros, Pep Tosar
Si fuera necesario listar las razones que hacen recomendable Qui bones obres farà, la “Chejoviana” de Pep Tosar en el TNC, habría que situar en posición destacada el homenaje a Imma Colomer. El personaje que ha creado Tosar para la actriz es un delicado dibujo de un ser en la frontera de la consciencia. Primera fase de una demencia senil que le permite, en su confusión y retirada de la realidad, jugar con el significado de las palabras equivocadas, sincerarse con quien no debía conocer sus secretos y mantener gloriosas conversaciones con insignes muertos. Además exhibe una autonomía de pensamiento que no todos poseen en esta función, a veces dominados por el eco de la voz del propio director.
Otra interesante revelación es que Tosar no se presenta como un émulo mediterráneo de Thomas Bernhard. El caballero airado asaltando el Burgtheater de la plaça de les Glòries. La crítica a la banalidad que ha contaminado a la cultura oficial –el virus de la cantidad sobre la calidad– se presenta con un tono y una circunstancia escénica más próxima a la actitud artística defendida por David Hare cuando se ha propuesto denunciar las disfunciones de las instituciones públicas. Con firmeza, ironía y la dosis justa de acritud. Incluso se asoma en el escenario Alan Ayckbourn y su diacronía de las relaciones humanas, sobre todo cuando la dramaturgia se adentra en la disolución de los universos personales en El jardín de los cerezos, La gaviota o Las tres hermanas, los tres textos sobre los que se ha construido este espectáculo.
El reparto –con el propio Tosar asumiendo el rol de Chéjov– es sólido, magnífico en la distancia corta que exige la cámara (la escena de Nina de Evelyn Arévalo es de una emoción arrolladora). Quizá el eslabón débil sea Mireia Ros, durante muchos años alejada de los escenarios y que parece perder la naturalidad cuando las emociones se arrebatan. Entonces esa actriz madura –resultado de la fusión de Liubov y Irina, y quizás algo de Nina– se aleja de la contenida verdad que impera en el hacer del reparto, con el trabajo de Tilda Espluga como gran modelo a seguir.