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Si no estás dispuesto a reescribir la historia como 'Malditos malnacidos', es evidente que hacer una película articulada alrededor de un atentado contra Hitler te condena a un final anticlimàcico. La solución es convertirlo en un pretexto y desplazar el interés hacia un héroe de la resistencia alemana, como hace '13 minutos para matar a Hitler ', todo para demostrar que: 1) no todo el mundo era nazi y 2) había gente que se jugaba la piel antes de que la Shoah fuera una verdad oculta. Oliver Hirschbiegel, que nunca se ha distinguido por su sutileza, nos explica las motivaciones de Georg Elster para fabricar una bomba doméstica contra el Führer con cierta intención pedagógica, haciendo que su toma de conciencia explique el lento pero seguro lavado de cerebro de los alemanes de provincias. '13 Minutos para matar a Hitler' es, en cierto modo, el contraplano de 'El hundimiento' que Hirschbiegel debía a sus compatriotas.