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Paradójicamente, la escasa difusión que Naomi Kawase ha tenido en nuestra cartelera puede ayudar a la acogida de su último film. En Cannes, 'Aguas tranquilas' fue recibida como el 'déjà vu' de quien ve cómo Kawase vuelve a moverse dentro de las corrientes de los eternos ciclos de la vida, imbricados ahora en el frondoso paisaje de una isla azotada por tifones. Una naturaleza que se estremece con la misma voluptuosidad que los adolescentes protagonistas, que reaccionan con intensa incomprensión a los cambios de un mundo adulto que cada vez tienen más cerca. La muerte de la madre adoptiva de Kawase también baña el film de un sereno sentimiento de pérdida, sublimado en la secuencia en que la música acompaña un personaje en el tránsito al más allá. Un instante duro y extraordinario, sólo al alcance de una cineasta que controla a la perfección los códigos de su arte.