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Él tiene la cara pálida, sobrepeso, es miserable y su dieta gira alrededor del alcohol. Al ver cómo Philip Seymour Hoffman interpreta a Günther Bachman, un agente del gobierno alemán, resulta imposible ignorar su trágica muerte. En especial porque este hecho es mucho más interesante que cualquier escena de esta decepcionante película.
Desde la tragedia del 9/11, el norte de Alemania se convirtió en un imán de gente no deseada. En la cinta, la unidad dirigida por Hoffman se encuentra inmersa en un conflicto de agendas entre la policía de los Estados Unidos y el gobierno Alemán. Todo gracias a la llegada de un sospechoso que desata una gran disputa. ¿Este hombre debería ser arrestado enseguida o monitoreado para obtener sus conexiones terroristas? Dadas las circunstancias este thriller debería ser adictivo y podría despertar un sinfín de intrigas, pero no lo hace.
Los visuales de Anton ‘Control’ Corbijn son un deleite arquitectónico, pero la nula credibilidad del guión le resta autenticidad a una historia que en ningún momento envuelve al espectador.