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Este 'thriller' pretende hacer memoria histórica recuperando la figura mítica del doctor Mengele. Por un lado, la intención revisionista de Lucía Puenzo es bastante didáctica: de repente somos conscientes del peso específico que tuvo la ideología nazi en cierta burguesía argentina de la década de los 50, adicta a los colegios alemanes y a la raza aria. Por otro lado, la trama, que es bastante extravagante para atrapar la atención del espectador –incluye experimentos genéticos, pérfidas fascinaciones infantiles hacia el Mal Absoluto y una fábrica de muñecas inquietantes–, se desarrolla con una frialdad, con una falta de intensidad dramática, que clama al cielo. Parece que Puenzo, adaptando su propia novela, quiere eludir el sensacionalismo inherente al tema y se queda corta. Lo mismo pasa con Àlex Brendemühl, que confunde la pureza diabólica asociada con este monstruoso 'mad doctor' con un hieratismo que se está convirtiendo, peligrosamente, en su marca de fábrica.