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El muerto y ser feliz

  • Cine
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
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Time Out dice

4 de 5 estrellas

Javier Rebollo es autor de varios cortometrajes y tres largos con los que ya ha conseguido delimitar un universo identificable y de extrema complejidad. 'Lo que sé de Lola' (2006), 'La mujer sin piano' (2009) y ahora 'El muerto y ser feliz' abordan personajes solitarios, perdidos en su mundo, que de repente tienen que tomar una decisión sobre el rumbo de sus vidas. Al 'voyeur' enamorado de la primera y a la ama de casa que huye de la rutina en la segunda, los sigue ahora el asesino a sueldo enfermo de cáncer que emprende su última aventura en un viaje hacia ninguna parte. La diferencia es que éste es su trabajo más radical, donde indaga en el lenguaje cinematográfico con una libertad sin fronteras, como la historia misma, que comienza en Buenos Aires y se extiende por tierras argentinas en una fantasmagórica 'road movie' entre la épica surrealista y el absurdo existencial.

Rebollo lo arriesga todo a un recurso narrativo que confiere un tono a la vez distanciado y de un humor plácidamente agresivo, marca de la casa: la historia de Santos (memorable José Sacristán), que huye del hospital donde es ingresado y también de su vida pasada con una misteriosa compañera de viaje que encuentra en el camino, se explica con dos voces en 'off' (la de Rebollo, pero sobre todo la de la coguionista Lola Mayo) que repiten lo que vemos. Lejos de resultar artificial, este recurso multiplica las emociones que transmite la peripecia e incluso apunta caminos inesperados, deslumbrantes, de un lirismo estrafalario.

Lo que podría ser un film pedante convierte desde el principio una insólita mezcla entre comedia y tragedia, un 'western' disfrazado de cine negro que habla de la necesidad de la aventura pero también de su imposibilidad en el mundo y el cine de hoy. Y poco a poco, mediante una estructura episódica que aglutina desde el 'Quijote' hasta 'Pierrot le fou', lo que empieza como la pequeña historia de un hombre insignificante se va convirtiendo en la descripción emocionada del fin de un mundo, que en el fondo es el principio de un cine nuevo.

Escrito por Carlos Losilla
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