Historia de una pasión

"Morí por la Belleza, pero apenas/ acomodada en la tumba/uno que murió por la Verdad/ yacía
en un cuarto contiguo". Este poema descubría que Belleza y Verdad eran como dos hermanos siameses, unidos por el alma, mirándose encadenados a la indiferencia del mundo. ¿Para quién escribía estos versos la poeta Emily Dickinson? Hacerse esta pregunta es cómo hacer la que ahora nos importa. ¿Para quién filma Terence Davies?

Es fácil de adivinar, sí. Davies y Dickinson son la misma persona, al menos en 'Historia de una pasión'. Parece que el cineasta británico haya moldeado este biopic para que se convirtiera en una secuela 'sottovoce' de sus películas autobiográficas. Escuchar la poeta es escucharlo a él en las entrevistas: la rebelión contra las convenciones en una sociedad represiva, la soledad buscada y a la vez involuntaria, el proceso creativo como liberación de una intensidad emocional que sangra y llora, la incomprensión del mundo hacia una obra que sólo se compromete con la Belleza y la Verdad, la rabia última y definitiva cuando todo el mundo le da la espalda.

Esta autoficción enmascarada luce como esperamos que lo haga una película de Terence Davies. Contraluces pictóricos, diálogos teñidos de literatura, silencios amortiguados por un rayo de sol, interpretaciones fantásticas (no sólo de Cynthia Nixon, elección tan sorprendente y acertada como lo fue la de Gillian Anderson en 'La casa de la alegría', sino también de Jennifer Ehle ), elipsis elocuentes y una fuerte claustrofobia, que hace que el retrato (o autorretrato) del artista angustiado sea a la vez compasivo y asfixiante.