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Con ‘Ignasi M.’, Ventura Pons parece volver a los propósitos de ‘Ocaña –retrat intermitent’ (1978): crear un documental alrededor de un hombre carismático que le permita abordar tanto las inquietudes de una época como una forma concreta de vivir la (homo) sexualidad. Pons convierte a Ignasi Millet, museólogo víctima de la crisis económica, gay separada de una mujer con diversidad funcional, padre de dos hijos, independentista y apasionado de la vida, en el objeto de un retrato que va construyendo sobre todo a partir de las conversaciones del protagonista con gente de su entorno. De estas charlas se destilan temas como la identidad, el amor al arte, el país, la paternidad, la religión, la crisis…
La película chirría a veces por horquillar demasiado las situaciones, en vez de buscarlas o encontrarlas: por no detenerse en los asuntos más espinosos y por apoyarse en exceso en la personalidad de Ignasi. La intención de Pons es clara: quiere ofrecer un film optimista a pesar de todo.