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En la espléndida secuencia del autobús de 'Cortina rasgada' de Hitchcock, un personaje exclamaba su estupefacción con este brillante aforismo: "Por un lado tiene gracia y por otro, maldita la gracia que tiene". Es lo que ocurre con 'La ignorancia de la sangre'. Por un lado, si te la tomas como una comedia, y no como un film policíaco trágico y severo, con secuestros, mafias rusas y terroristas de la yihad, es hilarante, porque resulta difícil imaginar una película que concentre más interpretaciones terribles, más torpe de guión, más ambiciones torpes, y que haga más el ridículo sin darse cuenta. Por otro, si esta es la obra de madurez del antiguo rey de la comedia sofisticada española, que ha tardado seis años en estrenar película, y que aspira a ser modelo de un posible cine industrial realizado a la sombra de la marca hispánica, estamos apañados.