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En el fondo, muy en el fondo, bajo esta película hay enterrada una buena idea: superar el mito de las momias y emplear el rico imaginario del Antiguo Egipto para facturar una producción de terror. La pirámide como espacio laberíntico y claustrofóbico, deidades con malas pulgas, trampas mortales a diestro y siniestro... Tenemos el espacio, tenemos la amenaza. Así pues, ¿qué puede fallar? Desgraciadamente, todo lo demás. El film insiste en subirse al sobresaturado carro del 'found footage', pero después solo usa el dispositivo cuando le conviene, rechazando cualquier unidad formal a la hora de explorar la penumbra del escenario. La posibilidad de chocar con los mitos de una civilización antediluviana podría acercar 'La pirámide' al horror de Lovecraft, pero Grégory Levasseur se conforma con despachar un subproducto de temporada, tan caduco y desorientado como sus referencias a la Primavera Árabe.