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No se puede imaginar un título más contradictorio que el de 'Ventanas abiertas' para un film tan claustrofóbico como éste. Claro que no estamos hablando de ventanas desde donde se ve el mundo, la gente, el sol o la nieve. Tratándose de Nacho Vigalondo, son las ventanas del ordenador, un mundo hacia adentro, cerrado, sin aire, donde una ventana lleva a otra y otra, en una espiral que parece no tener fin. El resultado de hacer una película en la que nunca salimos de las pantallas es abrumador y en la primera mitad de la historia, fascinante. Después, poco a poco, te va fatigando el mareo de imágenes e informaciones cruzadas, y desconectas de lo que le pasa a Nick o lo que hace el loco de Nevada con la chica secuestrada.