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Para una valoración correcta de lo que nos ofrece este 'Oz, un mundo de fantasía', conviene hablar más de industria que de arte. Los productores del filme, Walt Disney Pictures, tratan de repetir la jugada comercial de la 'Alicia' de Burton, que ellos mismos distribuyeron internacionalmente. Es decir, montar una especie de secuela / precuela de la película / relato original, dirigida por un cineasta de prestigio pero de contrastado rendimiento en la taquilla, capaz de lidiar con un presupuesto desorbitado (200 millones de dólares) y con la lata de las 3D y de un espectacular despliegue de efectos visuales digitales. A todo esto hay que añadir un reparto de perfil bajo –James Franco o Rachel Weisz no son precisamente superestrellas–, ya que no conviene enturbiar la técnica con rostros humanos ...
Oz recurre al tono irreverente, desmitificador, palpable en la novela de Gregory Maguire, 'Wicked', y nos explica cómo Oscar Diggs, iusionista de profesión y estafador por vocación, llegó a Oz y se convirtió en su benefactor, al liberar a sus fantásticos habitantes de la tiranía de las brujas ... Raimi opta por ofrecernos una fantasía blanca, sin dobles lecturas ni contornos sombríos. A cambio, nos sumerge en una experiencia abrumadora, una explosión de color, de formas, que le permite recrearse en la atmósfera del film, en su poético y delirante sentido del maravilloso –atención al vuelo de Glinda y Finley dentro de las burbujas–, cuidar algunos detalles macabros –como la transformación de una de las brujas en un escalofriante ser malvado– y olvidarse de la trama y los personajes.
Sólo hay un momento fantástico de verdad que tiene que ver con los seres humanos que pueblan este cuento: el momento en que el mago hace caminar de nuevo a la Chica de Porcelana, en recuerdo a aquella niña paralítica de Kansas que le pidió lo mismo... 'Oz, un mundo de fantasía' es una película entretenida, digna, esporádicamente brillante, pero con un problema narrativo que va más allá de recurrir al clásico filme que Judy Garland protagonizó en 1939. Se trata de su convencional dramaturgia, de sus previsibles aventuras, de sus gags humorísticos sin gracia.