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Resulta que cuando cruzas dos películas como ‘Resacón en Las Vegas’ y ‘Dos viejos gruñones’ no estás propiciando un Apocalipsis etílico, como podríamos esperar. Lo que te sale de la mezcla es una fiesta agónica, sin espíritu. Una mirada nostálgica hacia tiempos mejores, no sólo en cuanto a la juventud de los cuatro personajes (imaginaos este mismo casting en 1989), sino también por un tiempo en el que Hollywood se preocupaba de sus personajes. La premisa puede dar un poco de pereza: todo pasa la noche antes que un empresario de edad respetable (Michael Douglas, para entendernos) se case con una treintañera. Esa noche, la de la despedida de soltero, se reúne con sus colegas de la infancia, dispuestos a darlo todo. Hay chistes sórdidos, o esta es su intención, pero el humor se va apagando a medida que avanza el metraje. Y es así como te das cuenta que los héroes se hacen mayores. A ciertas edades, uno ya no es capaz de aguantar en la fiesta hasta el final.