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Un tornado normal y corriente no es suficiente para un film de catástrofes contemporáneo. Porque no da el miedo suficiente, al menos que a) también haya tiburones involucrados o b) el tornado en cuestión sea múltiple. Esta película, que intenta ser inteligente con escasas aspiraciones científicas, opta por la segunda opción. Y es bastante divertida de ver: cómo levanta los techos de las escuelas, los bancos, los aeropuertos... Lástima que el resto sea un desastre. Los personajes son arquetipos sudados, la fórmula del found footage es blanda como un plato de gelatina y por culpa de los golpes de viento que soplan las cámaras tiemblan todavía más que de costumbre. Qué mareo.