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Aquí tenemos una ficción de raíz documental que parece un resumen estratégico de muchas otras cosas parecidas procedentes del cine catalán, y que a la vez deja entrever nuevos caminos para esta tendencia. El primer largo de Neus Ballús se sitúa en el extrarradio de Barcelona para retratarlo como una especie de tierra de nadie y extraer unos cuantos personajes que componen una trama obsesiva y minimalista: un agricultor en crisis, un inmigrante ruso, una abuela en el final de su vida, la enfermera filipina que la cuida y una prostituta de una cierta edad. El cruce de situaciones resulta forzado a veces, y otras los personajes son más arquetipos que otra cosa, pero el clima depresivo y la mirada de Ballús, siempre atenta para localizar un paisaje geográfico y humano en forma de naturaleza muerta, deja claro que se trata del fin de un mundo, delante del cual la cineasta opone una enérgica, esperanzada fe en la realidad como fuente de ficciones.