La última lección

Estilizada mezcla entre cine de terror y discurso ecologista, este segundo largometraje de Sébastien Marnier ofrece una saturación tal de pliegues y curvas que finalmente demuestra no saber muy bien adónde quiere llegar. La historia del profesor que es contratado para dar clases en una prestigiosa escuela privada y se encuentra con un alumnado esquivo, incluso hostil, del cual empieza a sospechar que esconde algún secreto horrible, transmite de entrada una cierta inquietud, creando un ambiente denso y enfermizo, pero culmina con un anticlímax explícito y grosero, situando su mensaje muy por encima de la puesta en escena. Marnier despliega un conocimiento del género que a veces da sus frutos, sobre todo en cuanto a algunas de las escenas de enfrentamiento entre profesor y alumnos o a la obsesión del primero, que muchas veces nos hace pensar que todo puede estar pasando en su cabeza. Y aunque esta incertidumbre se desvanece poco a poco a medida que avanza el metraje, al final la película consigue trazar un esbozo más o menos preciso de una cierta generación y del mundo que les espera: hacía tiempo que este crítico no veía en una pantalla adolescentes tan tristes, tan frágiles, al tiempo que tan insensibles e implacables.