Sinónimos

A Nadav Lapid le gustan los personajes turbios, enigmáticos, insobornables a la hora de agarrarse irracionalmente a sus contradicciones. Lo demostró en 'La profesora de parvulario' (2014), una fábula inquietante en el que una maestra indómita se convertía en la protectora de un niño misterioso con vocación de poeta. Y lo confirma ahora en 'Sinónimos', no menos esquiva y resbaladiza, donde lo que hace es seguir la pista de un joven exmilitar israelí que se presenta en París con ganas de olvidarse de quién es y de dónde viene.

Con este material, Lapid habría podido construir una película explícitamente política sobre una determinada cultura judía que mezcla sin escrúpulos fanatismo religioso y obsesión militarista. En lugar de eso, sin embargo, huye de las soluciones fáciles y se inclina hacia una reflexión sobre las identidades culturales vistas como una ficción, un relato personal y colectivo que nos empeñamos en mantener incluso cuando la realidad lo desmiente.

No esperéis encontrar aquí una trama fácil o confortable. En el seno de una puesta en escena extremadamente física, Lapid utiliza el cuerpo y el lenguaje de su actor para enfrentarse violentamente con el entorno, con los parisinos que conoce y con la ciudad que quiere conquistar, y para hacerlo testigo de una Europa decadente incapaz de reconciliarse con sus raíces. Y es así como, en un tono personalísimo, entre la comedia del absurdo y la crónica feroz, 'Sinónimos' se convierte hoy por hoy en la mejor película de la cartelera.