Puntos turísticos donde hacer deporte en Barcelona

Quizás los barceloneses no os lo recomiendan. ¡No les hagáis caso! Todavía viven de espaldas a la playa. Si tenéis en mente una buena tabla de ejercicios y necesitáis ayuda en forma de banco de abdominales, barras de flexiones, barras fijas para trabajar los músculos de los brazos o de saltos para mejorar la agilidad y el equilibrio... visitad el Espigón del Gas, en la playa de la Barceloneta. Es uno de los circuitos deportivos al aire libre más populares de la ciudad. De hecho, incluso un día de agosto a las tres con 30 grados de temperatura es probable que encontréis compañeros de fatigas.

Después de los Búnkers del Carmel, es uno de los miradores más top de Barcelona. A nosotros, nos convence más. ¿Por qué? ¡Por la tranquilidad! Hasta 9 kilómetros de arena a los pies de la Torre de Collserola, con vistas de la ciudad, silencio y gente haciendo deporte. ¿La mayoría? ¡Runners! Vosotros coged la esterilla de yoga y plantaros en el mirador que queda en el km 3 viniendo de Esplugues. Saludos al sol, cobras, la postura del niño, del guerrero, del árbol, del perro, del triángulo... y, por último, 15 minutos de savasana.

Paseos en barco por el puerto y la costa de Barcelona. 40 minutos a través de los clubes deportivos, el puerto pesquero, los muelles, los grandes cruceros turísticos y el puerto industrial. ¿Otra opción? 1h 30' por el litoral y las playas saliendo desde el Portal de la Pau. Las Golondrinas se convertirán en vuestro mejor aliado para practicar el equilibrio. Tendréis que pagar ticket, sí, y quizás os tomarán por locos pero vosotros aprovechad el viaje para levantar piernas, brazos y mantener la vista fijada en un punto.

A ciertas horas está un poco colapsado y saturado de gente pero si no os preocupa ir esquivando visitantes, abrochaos las zapatillas y descubrid el dragón, la Plaça de la Natura o la sala de las Cien Columnas a un ritmo de 5'30 / km. Preparaos para cruzar caminos de tierra y superar unas buenas pendientes. ¿La recompensa? Unos cuantos kilómetros subidos a vuestro perfil de Strava, vistas de Barcelona y poder decir que vosotros sois diferentes: el Park Güell lo visitáis corriendo, como buenos 'trail runners'.

EL PARQUE. Es uno de los emblemas de la ciudad y los barceloneses lo pisamos para hacer de todo: correr, subir al slackline, hacer yoga, bailar swing, malabares... Eh, pero también hay cinco mesas de ping-pong esperándoos. Seguramente no son las más nuevas ni las más brillantes de Barcelona pero ganan a la mayoría en buen ambiente y ubicación. Pondréis en forma la muñeca junto al Palau del Parlament de Catalunya, el Zoo o el Hivernacle.

Si tenéis pasta, entrad, vale la pena, pero para hacer la actividad del día no lo necesitaréis. Admirad la fachada y unos balcones que recuerdan a la leyenda de Sant Jordi, preparad la brújula y la aplicación de geocaching y buscad uno de los tesoros –o cachés– que se esconden cerca de la Casa Batlló. Es facilito pero si no lo conseguís encontrar, leed la pista que aparece al final de la descripción del caché. Eso sí, recordad ser sigilosos y discretos. La zona estará, probablemente, llena de gente... ¡que no os vean!

Si estáis de turismo por Barcelona, ​​probablemente os dejaréis caer por el CaixaForum. Exposiciones de arte impresionista, actividades para los más pequeños, un auditorio con capacidad para 350 personas... en un centro cultural levantado donde antes había una fábrica de tejidos. ¿A dónde hay que ir sí o sí? ¡A la azotea! Es gratis. Subid a ella y haced unas cuantas series de flexiones y abdominales entre arquitectura modernista y con el MNAC haciéndoos ojitos e invitándoos también a que lo visitéis.

¡Danzad malditos! El Mercat de les Flors es el epicentro de la danza contemporánea y el movimiento en Barcelona. Comparte plaza con dos tótems más de nuestra cultura: el Teatre Lliure y el Institut del Teatre. ¿Entre ellos? Una explanada inmensa donde bailar sin parar. Moveos y dejaos inspirar por los aromas artísticos que circulan por el ambiente. Actores, cantantes, bailarines... seguramente, es una de las zonas de Barcelona donde se concentra más talento por metro cuadrado.

Aprended a patinar sin gastaros ni un duro. Si la idea os atrae, acercaos hasta la calle Salvador Espriu, 63 los lunes entre las 18 h y las 20 h o los sábados de 11 a 13 h. Os deslizaréis y conoceréis el mar y la paella barcelonesa. ¡No os preocupéis por el material! Si llegáis con media hora de margen os dejarán los patines también de forma gratuita. Los martes, miércoles, jueves y viernes hacen sesiones de derrapes, slalom, saltos o iniciación al downhill y, una vez al mes, salen de ruta por la ciudad. La tienda ROEX puso en marcha esta escuela con la intención de fomentar el patinaje. Cada día reúnen a un puñado de personas con ganas de deslizarse: con ellos han comenzado, incluso, una pareja de 72 años. "Ahora tenemos también un grupo grande de chicos sordomudos y una chica ciega. Es inspirador. Cualquier persona puede patinar", dice el Oli Benet, responsable del centro.

A finales del XIX era un cementerio y durante la Guerra Civil Española el bando nacional lanzó una bomba aérea. Ahora todavía se aprecian agujeros en las paredes causados ​​por los restos de la metralla. Es un espacio con historia, encantado, donde se respira un ambiente singular. Dejad atrás la Catedral e intentad encontrarlo. Entrad, sentaos y cerrad los ojos. ¿Escucháis su respiración? Concentrad todos los pensamientos en ella y no dejéis que los problemas del día a día os estorben. Inspirad, espirad... buuuuuf. ¿Otro lugar similar? El patio del Museu Frederic Marès, otro regalo de los Dioses.