Time Out en tu buzón de entrada

Ahora sí, antes no

  • Cine
  • 5 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Ahora sí antes no
Publicidad

Time Out dice

5 de 5 estrellas

Un director de cine independiente entra en un palacio restaurado y conoce a una joven artista, con la que pasa el día

Cuando Claude Monet pintó sus series sobre los nenúfares o la catedral de Rouen, estaba estudiando cómo la luz cambiaba radicalmente a sus modelos. Para él, lo importante no era el objeto en sí, sino la percepción que tenemos. Diríamos que, de un modo más patente que Woody Allen o Eric Rohmer, directores con los que se le ha comparado con razón, Hong Sang-soo es un cineasta impresionista. Como Monet, lleva casi toda su filmografía haciendo pequeñas variaciones sobre una misma historia, películas que incluyen su 'remake' para demostrar que el cine, como la pintura, es una cuestión de luz.
 
La trama de 'Ahora sí, antes no' es muy sencilla. Un director de cine ocioso, una chica que acaba de conocer, su día juntos. Como Allen en 'Melinda y Melinda', Hong Sang-soo nos presenta dos versiones del mismo encuentro y de todo lo que se deriva. Dividida por la mitad, una es el contraplano de la otra, pero, como ocurría en la 'Copia certificada' de Abbas Kiarostami, nunca sabremos cuál es copia y cuál es original. Desde el título, que parece confrontar dos tiempos narrativos asociados a un polo positivo y uno negativo, juega a la ambigüedad: las dos historias podrían pasar al mismo tiempo, en universos paralelos, y ninguna de ellas asume un "sí" o un "no" como clausura, ni siquiera un "tal vez".

La primera transcurre en un día gris, la segunda en un día soleado. La luz, pues, lo transforma todo: una voz en off desaparece, un flirteo es el nacimiento del amor, una mentira es una avalancha de verdades, una borrachera en extraordinario plano secuencia siempre será una borrachera. 1 más 1 es igual a 1. La aparente sencillez de la trama oculta la compleja sutileza que pone en marcha el dispositivo de la duplicación, lleno de detalles, ausencias, sustituciones y desvíos que enriquecen lo que podría ser un aplicado ejercicio de estilo convirtiéndolo en un ensayo, melancólico y divertido a la vez, sobre la capacidad del arte para captar las metamorfosis de la emoción. En fin, sobre el cine como stendhaleano espejo de la vida.

Escrito por
Sergi Sánchez
Publicidad
También te gustará