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El corazón de un político corrupto debe de sonar como el tema que clausura una sesión de techno que nadie quiere que se acabe. O así es cómo lo ausculta Rodrigo Sorogoyen en 'El reino', thriller hipertenso que se mueve con la rapidez de un lagarto que tiene miedo de que le corten la cola. Quizás ahora, cuando los telediarios nos han saturado con informaciones sobre Gürtel, Noos, Cifuentes y etcétera, parecería redundante y oportunista hacer una película que insista en el olor a podrido del sistema político español, pero la pertinencia de 'El reino 'es tensar nuestra postura moral sobre el tema pegándonos a la espalda del corrupto (un portentoso Antonio de la Torre) para saber qué piensa cuando hace el mal y cómo sufre cuando su partido lo quiere sacrificar en nombre del bien común. La secuencia final es obvia en su didactismo, pero el resto es pura electricidad, y no precisamente estática.