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Aunque es la adaptación de una novela de Darryl Ponicsan, el último trabajo de Richard Linklater bebe también de 'El último deber', la película que dirigió Hal Ashby en 1973 con Jack Nicholson como protagonista y basada ... en otra obra del mismo autor. Más que este juego de referencias, sin embargo, lo que importa es la manera en que el cineasta –ya uno de los más importantes de su generación– va haciendo suya la propuesta. Y así, la historia de estos tres veteranos de Vietnam, que se reencuentran con motivo de la muerte del hijo de uno de ellos en Irak, no será tanto un 'track' antimilitarista como una 'road movie' pausada y tranquila, un relato sereno y reflexivo que acaba convirtiéndose en una obra de madurez.
En efecto, 'La última bandera' se presenta como la visión de un país condenado a la violencia institucional, siempre suspendido entre la realidad y el mito, pero también como un nuevo capítulo del discurso habitual del autor sobre el paso del tiempo y sus paradojas, al estilo de 'Antes del amanecer' y de la inolvidable 'Boyhood'. Los protagonistas viajan y conversan, recuerdan y se emborrachan, pero no hay ni flashbacks nostálgicos ni discursos grandilocuentes, hasta el punto de que en ocasiones estamos ante una comedia tan gozosa como melancólica –¡qué actores, Bryan Cranston y Steve Carell!–, dado que aquí la resistencia es una cuestión de tozudez. Y lo que importa no es tanto la crueldad de la historia –cíclica e implacable, desde Vietnam hasta Irak– como la manera en que los personajes se enfrentan, sin grandilocuencia, con las mismas armas discursivas que utiliza Linklater para filmar esta obra maestra, emotiva y a la vez discreta.