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Cinco segundos. Esta es la máxima duración de cualquier plan en una película de McG, especie de clon de Michael Bay. Y 'Tres días para matar' no es una excepción. Busca mezclar tonos y texturas, desde el ‘actioner’ al drama sentimentaloide, de la comedia al thriller. La dirección de McG, engorrosa, drena el concepto de toda espontaneidad, con su puesta en escena llamativa, fútilmente pop, y su sorprendente falta de sangre y mordacidad, tanto en términos de su matanza como de emociones.