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El director alemán Thomas Stuber nos sumerge en las entrañas de un hipermercado para centrar la mirada en su trastienda, sobre todo en los trabajadores que, entre montañas de productos, apenas ven la luz del día. Un joven taciturno que quiere olvidar un pasado delictivo se introduce en este microcosmos que es un poco prisión, pero también un hogar donde reina la solidaridad y el compañerismo. La película recoge de forma metódica el ritual cotidiano y se instala en el hieratismo melancólico de Aki Kaurismäki, en sus seres solitarios de vidas vacías, hasta que progresivamente se inserta en el drama intimista a través del retrato de un personaje que simboliza las heridas de la reunificación y de una tierna historia de amor. Sabe crear emoción y humanidad a través de una sabia economía gestual.