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¿A quién interpreta Michael Keaton, a sí mismo o a González Iñárritu, que, tras el fracaso de 'Biutiful', se encuentra en la disyuntiva de reinventarse o morir incomprendido? El juego de espejos que propone 'Birdman' se extiende también a los vínculos entre teatro y cine, atravesados por el aliento milagroso, vagamente Sokurov, de un (falso) único plano-secuencia que pone en relación el interior y el exterior, el delante y el detrás, la imagen pública y la crisis existencial, en un festival exhibicionista donde todo es representación. Iñárritu se ha aligerado de equipaje solemne, ha recuperado a un actor eclipsado por su pasado superheroico, ha invitado a varios pesos pesados al ring (especialmente a Edward Norton) y ha conseguido, al menos para dos tercios de metraje, que el resultado sea virtuoso, deslumbrante, frívolo y conmovedor.