Cazafantasmas

Vuelven los 'Cazafantasmas' en un 'reboot' femenino de humor volcánico y subversivo. Pero antes de hablar de ella recemos una justa oración por el original, recordemos aquel clásico eterno bendecido con la santa interpretación de Bill Murray y unos efectos especiales llenos de moco verde, que el verano del 84 compitió en las carteleras con otros títulos como 'Gremlins', 'Lluvia roja' y 'Karate Kid'. Tarea difícil.

A esta nueva entrega no le falta ingenio. Paul Feig, codo con codo con su guionista Katie Dippold, transforman la inexpresividad de clown blanco que gastaban Murray y compañía en una comedia protagonizada por mujeres en la que el sentimiento de hermandad va unido a unos diálogos que te arrastran hacia la neurosis más alocada. Los nuevos 'Cazafantasmas' plantean una batalla de sexos: los hombres aparecen retratados por su paternalismo de pacotilla; las mujeres, en cambio, tienen una gran inventiva y con pocos recursos consiguen superar a un ejército.

Hablemos de ellas. Melissa McCarthy y Kristen Wiig son Abby y Erin, las coautoras de un libro sobre fenómenos paranormales que se titula 'Fantasmas de nuestro pasado'. Pero su carrera se va al garete cuando Erin publica un vídeo en YouTube en el que aparece diciendo: “Los fantasmas son reales”. Pero es que lo son. Nueva York está siendo invadida por unos seres vaporosos, cargados por el diablo, que aparecen de bajo tierra.

A Abby y Erin, enseguida se les suma una trabajadora del metro y juntas montan un equipo para combatir los ectoplasmas. Se desplazan en Cadillac, aunque tienen sus oficinas encima de un restaurante chino. La cosa se pone todavía más interesante cuando se les une Kate McKinnon, el equivalente a Harold Ramis en la original, el personaje más magnético. Solo por ella la película ya vale la pena.