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Es una ley no escrita: en una película de boxeo tiene que haber sangre, olor a sudor y, a ser posible, alguna muela rota. Santiago Zannou lo vio muy claro cuando rodó 'Alacrán enamorado'. David Marqués, en cambio, ha dejado ablandar el concepto como un puñado de cereales remojados en leche. Y le ha quedado una especie de 'Lunes al sol' de gimnasio, con un discursito sobre los estragos de la crisis en la generación nacida en los 70 un tanto simplista, que hace honor a los tópicos del drama social español de ahora y siempre. Autocompasivo, condescendiente, y falto de fuerza bruta.