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Ira Sachs cita Ozu a como modelo de 'El amor se extraño' y, aunque el filme parezca muy neoyorquino, con sus copas de vino blanco antes de cenar, su clasismo intelectual y los dilemas morales provocados por los alquileres prohibitivos, no es tan diferente de 'Cuentos de Tokio'. La narración sintética, condensada, a la que tiende el autor de 'Keep the lights on' puede parecer en exceso determinista, cuando tiene demasiada prisa para plantear el drama -la provisional separación de un matrimonio gay, excelentes Lithgow y Molina, que se ven forzados a ser invitados de piedra en hogares ajenos- y enseñar el inevitable egoísmo de todos aquellos que han proclamado su afecto incondicional cuando no debían sacrificar nada para demostrarlo.