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El último Elvis

  • Cine
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Ultimo Elvis
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

Se ha invocado el cine de Aki Kaurismäki para definir el tono de ‘El último Elvis’, pero este crítico piensa que el método de Armando Bo está en las antípodas. Por mucho que la notable interpretación de John McInerny sea sobria y melancólica, el personaje que interpreta sea un perdedor en mayúsculas y la puesta en escena destaque la decadencia de los ambientes por los que transita sin obviar las notas de color, hay un elemento que los separa, y es el sentido del humor. Es una cuestión de distancias: Kaurismäki piensa que la condición humana es, en toda su tristeza, cómica, y en esta comicidad encuentra su dignidad, y Bo observa su personaje sin una sonrisa en los labios, porque es su locura la que le parece entrañable. Porque es la falta de distancia que Carlos mantiene con su ídolo lo que pone en marcha el relato.

Se nota que Bo ha trabajado para González Iñárritu, porque en ciertos momentos la mirada hacia tan excéntrico personaje es un poco condescendiente, y se pasa de la raya en su fracaso. La película gana fuerza e interés no cuando examina la manera, un tanto peculiar, con la que Carlos quiere recuperar los vínculos con su hija, sino cuando insiste en navegar en las ambigüedades de una obsesión de la que desconocemos más motivaciones que la de construir una fantasía que salve el personaje de su cruda realidad. Si Carlos sólo mira por televisión conciertos y entrevistas a Elvis Presley, si se quiere engordar para parecerse a él, es porque la transformación definitiva, por más ridícula que sea, le ayudará a liberarse de su frustración.

Si Carlos, vestido de Elvis, hubiera cantado como uno de los peores concursantes de ‘Operación triunfo', el resultado habría sido desastroso. Sin embargo, clona la voz y los gestos de Elvis con convicción, quiere a su público, se anima en los escenarios, por mucho que sean el de un bingo de barrio o el de una deprimente residencia de ancianos. Es decir, Carlos podría haber sido una estrella, y es en esta potencialidad donde Bo busca la empatía con el espectador. Y la encuentra también gracias a McInerny, que se entrega con determinación a vivir la fantasía sin horizontes de su soñador.

Escrito por Sergi Sánchez
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