Ida

La protagonista de este film de Pawel Pawlikowski tarda unos cuantos años en descubrir que se llama Ida Lebenstein. Creció como Anna en un convento católico de Polonia donde, durante la Segunda Guerra Mundial, unos desconocidos la abandonaron cuando era un bebé. Ahora es novicia y la madre superiora la obliga a visitar a la única pariente viva que le queda antes de hacer los votos. Si Anna está a punto de casarse con la Iglesia, su tía Wanda se comprometió hace años con el estado. Trabaja como fiscal, aunque ya no tiene el poder de cuando conseguía sentenciar a muerte a los “enemigos del pueblo”. Wanda hace saber a Anna que es judía. Estas dos mujeres a priori tan diferentes, la joven religiosa y la madura comunista, emprenden un viaje a la Polonia profunda de los años 60 para desenterrar su pasado.

Pawlikowski es un cineasta de origen polaco que inició su carrera en Gran Bretaña, donde vive y trabaja desde hace tiempo. Hasta ‘Ida’ no había rodado ninguna película centrada en su país natal. El director vuelve a Polonia para confrontar un tema todavía tabú, la colaboración de sus compatriotas en el exterminio de la población judía. Y de paso aborda cómo el catolicismo se consolida sobre las cenizas de otra religión y el papel en falso del socialismo a la hora de reparar a las víctimas de la guerra.

‘Ida’ está rodada en blanco y negro, y en el prácticamente en desuso formato académico (proporción de pantalla casi cuadrada), como la mayoría de películas de los países del este en los años 60. Este tono de film de otra época se mantiene a la hora de enfocar de manera íntima y tangencial asuntos de gran alcance. ‘Ida’ es un film contenido y discreto, a pesar de que se encare con el dolor. Pawlikowski, que ya se había mostrado muy sensible con el universo femenino en títulos anteriores como 'Last resort' (2000) o 'My summer of love' (2004), ofrece en el fondo el retrato de una joven que entra en contacto por primera vez con su verdadera identidad. Pero también con un mundo exterior que ofrece rincones de calidez gracias a la música de John Coltrane. Sus reacciones, sobre todo al final, se mantienen dentro de un halo de misterio en un país cargado de secretos y silencios.