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Fascinante la figura Loïe Fuller, la bailarina del título que la directora Stéphanie Di Giusto recupera en este primer largometraje. La creadora de la danza serpentina que se popularizó el cine primitivo encarna la pulsión artística y libertaria propia de tantas mujeres en el traspaso del siglo XIX al XX. Y así la retrata Di Giusto en un biopic con fuertes concesiones a la ficción que quiere perfilar el retrato de una bailarina hecha a sí misma, crecida en un territorio propio de la épica del 'western', encaramada en la era de los espectáculos de atracción y las vanguardias, y marginada con el estallido de la danza moderna de la mano de una Isadora Duncan de lo más 'bitchy' según el film. La directora sin embargo también somete demasiado la narración a los códigos convencionales del ascenso y caída de una estrella, al tiempo que la puesta en escena colorista y suntuosa a veces resulta un poco excesiva.