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A estas alturas, 'La cabaña en el bosque' tiene pocos secretos: llega a nuestra cartelera después de un largo periplo por diferentes tipos de pantallas, siempre con la etiqueta de película capaz de invertir las convenciones del género. Su introducción en dos tiempos expone perfectamente el juego de capas que va desplegando el film. Todo se inicia con ironía: con dos trabajadores de camisa blanca y corbata, oficinistas que se ríen de todo y de todos, y que, pese a su aspecto anodino, parecen pertenecer a una empresa poco convencional. El humor se corta abruptamente con la aparición del título de la película, impreso en rojo y con música a todo volumen. Este principio, extraño para una cinta de terror adolescente, da paso a una versión más canónica: la de un grupo de jóvenes que se preparan para un viaje a la montaña. Los personajes cubren todos los estereotipos : una chica que acaba de teñir de rubio; su pareja, pelota de fútbol americano en mano; la estudiosa que quiere llevarse los libros, el tímido, y el colgado que aparece emporrado.
En el fondo, 'La cabaña en el bosque' es exactamente eso: una película que conjuga y juega con las convenciones del género –la cabaña, los zombis y otros monstruos– para acabar dándoles la vuelta a base de un cierto distanciamiento irónico y de un mecanismo narrativo inteligente.
Al igual que la caseta rural en que se instalan los protagonistas, 'La cabaña en el bosque' trabaja sobre diferentes niveles. Es un filme de terror que no esconde los clichés. Es un homenaje al género. Es una reflexión autoconsciente sobre el artefacto narrativo. Es incluso un discurso velado sobre el control, el poder, las tradiciones y el poco espacio que estos dejan a la gente de la calle. Es una cinta plenamente postmoderna, una deconstrucción de los relatos de miedo en el que la teoría se filtra desde la ironía y la acción.
Las escenas en las que primero un chico y luego una chica espían al de la habitación de al lado a través de un falso espejo evidencian la vocación de trabajo sobre la mirada, esencia de lo que es cinematográfico. De la misma manera que los descubrimientos finales (con baño de sangre pertinentemente televisado), explicitan el gusto por revelar las costuras de la narración. 'La cabaña...' es un divertimento bien articulado, un banquete con un ejército de monstruos. Un punto y aparte para el género.