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La espuma de los días

  • Cine
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
L'Ecume des jours
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

Boris Vian era un dandy de ironía refinada y sagaz, trompetista en los ratos muertos y, el resto del tiempo, escritor con un desacomplejado sarcasmo de monóculo y cuchillo tan bien llevado que, por más que desbordara como una bañera con el desagüe obstruido, nunca llegaba a empalagar. Porque a pesar de tener la capacidad de fantasía disparo de un niño de cinco años tras una cucharada sopera de helado de café nunca renunciaba a sus formas de mano enguantada. Te podía hablar de una anguila viscosa que pasaba los días en las tuberías del inodoro comiendo pasta de dientes de piña, o de un ratón erudito que hacía de confesor a la hora de la toilette, y siempre te tomabas con la tranquilidad rutinaria del hombre que baja a pasear al perro a las siete de la mañana. Y eso molaba .

Gondry es un poco más torpe. Vaya por delante que opino que pocos, aparte de él, tienen las credenciales para enfrentarse a una novela tan desconcertante como 'La espuma de los días'. Como Boris Vian, es un niño cafeína. En 2001, antes de hacerse mundialmente famoso con el estreno de 'Olvídate de mí', dirigió y protagonizó un cortometraje sobre un hombre que salía corriendo de unos servicios públicos para su propio cagarro había elevado del sanitario y lo perseguía calle abajo acusándolo de intento de homicidio. Se titulaba 'One day', como la balada que Blancanieves cantaba a los siete enanos. Pero por más que Gondry viva indefinidamente en el País de los Sueños, como un Pequeño Nemo de 50 años en eterno sueño húmedo, no tiene maneras de marqués.

El filme es un regalo a la vista, esto tampoco lo negaré. Combina la audacia mecánica de los clips que Gondry hizo para Daft Punk con la fuga amorosa de Gael García Bernal y Charlotte Gainsbourg en 'La ciencia del sueño', a lomos de un caballo de felpa. El drama es que se recrea tanto en el espectáculo de feria que acabas sintiendo como Rock Hudson tapándose los oídos en el último cuarto del salón de los autómatas de una gran comedia de Hawks que se llama 'Su juego favorito'. A diferencia de la novela, la película sí empalaga. Encanta tanto en la pirotecnia estilo Montreuil, en el 'stop -motion' y en la pirueta de 'slapstick' ,que se olvida de aquella sutileza de aristócrata con conciencia de clase , que se ríe por debajo de los pelos del bigote mientras procura que el té no se derrame en la taza.

Escrito por Josep Lambies
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