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Aparte de 'Fargo', no he visto mucho 'thrillers' con nieve que no parezcan un campeonato de snowboarding con rastros de sangre, o, en el mejor de los casos, una imitación sin lustre de las carreras de Pierce Brosnan a lomos de la ‘mobile’ amarillo canario de 'El mundo nunca es suficiente'. Y, en manos de un mitómano como Stefan Ruzowitzky, ya sabemos hacia dónde se decantará la balanza. Hace unos años se nos descubrió fascinado con la historia de aquellos judíos de la Operación Bernhard que se habían ganado el favor de la dirección de Mauthausen falsificando billetes de dólar. Ahora, con los personajes -puro estereotipo- de una película que combina la velocidad astronómica de James Bond derrapando sobre una pista de hielo, un poco de sexo doloroso en un motel de carretera y algunos dedos amputados. Funciona a golpe de efecto, que tampoco está mal. Y además, entre escarcha y mutilaciones, sale Sissy Spacek cocinando la comida de Acción de Gracias, con una cara que delata que la nueva versión de 'Carrie' no le acaba de gustar.