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Amanda y Javier están de luto. Han perdido a su hijo de 4 años, y el dolor resulta tan insoportable que no les queda más remedio que separarse. Mientras ella vuelve con una pareja anterior y al trabajo, y parece (sólo parece) rehacer su vida, él no sabe cómo salir adelante. Con 'La memoria del agua', el chileno Matías Bize parte de la pérdida para indagar en el universo frágil de la pareja. Lo hace con una puesta en escena que busca excesivamente los tonos fríos y los momentos musicales, como si el duelo se pudiera definir a partir de la belleza, como si las lágrimas fueran siempre limpias. En cambio, los mejores momentos son los que se fijan en los detalles: en las marcas que quedan en la pared con la altura de un niño que ya no crecerá o en una carpeta con fotos en el escritorio del ordenador. Son los instantes más íntimos, más complejas, y menos efectistas.